
‘Lo más asombroso de las imágenes producidas mediante redes neuronales es la inmediatez de su realismo. En el espacio que delimitan unos pocos segundos y unas pocas palabras, estos generadores desvelan escenas altamente resueltas en su apariencia pero tremendamente frágiles a su observación, como si su fidelidad fuese tan fugaz como el compromiso de una instantánea con la realidad que retrata. Su exactitud visual, de hecho, induce a una contemplación erróneamente modelada sobre las convicciones de la fotografía. Porque no son retratos ni son capturas, sino especulaciones y visiones artificiales proyectadas desde la recombinación del inmenso acervo de la imagen digital, mediadas a través del texto y la globalización de la computación; un proceso de doble dispersión que enlaza la rapidez de los automatismos a la pérdida de control, y que suspende estas imágenes en una sofisticada indefinición. Demasiado fieles como para estar construidas. Demasiado descontroladas como para ser constructivas. Para no confundirlas, las denominaremos como promptografías.’